El dolor que Dios usó para transformar mi vida
Hola, mi nombre es Katia Cholima, hace aproximadamente 15 años atrás me enteré por primera vez que mi esposo me era infiel. Realmente nunca me imaginé que mi esposo me engañara y tuviera una doble vida, yo confiaba plenamente en él.
Enterarme a través de una llamada telefónica fue devastador, no podía creer lo que estaba escuchando, no entendía qué estaba pasando. En ese momento solo tenía la necesidad de investigar y convencerme por mí misma que todo era cierto. De manera milagrosa Dios me reveló las claves de sus cuentas y pasé dos días revisando y leyendo todas las conversaciones con sus amantes (ahí me enteré que no era solo una). Hacer esto obviamente me causó mucho daño y me destruyó emocionalmente (no te recomiendo hacerlo).
Después de esto me derrumbé, me quebré por completo. No podía dejar de llorar, no podía dormir, no podía comer, no podía concentrarme; me enfermé, bajé mucho de peso. El dolor era tan grande que literalmente sentía que mi corazón se hacía pedazos y que mi vida se destruía minuto a minuto.
No entendía qué estaba pasando, yo no conocía a este hombre, él no era mi esposo, no entendía qué había hecho yo para merecer esto. Me culpé, me enojé, me frustré. Fue un tiempo muy difícil, muy doloroso, no sabía qué hacer, ni hacia dónde ir.
Sin embargo, en medio de este dolor y confusión tenía algo que me daba esperanza cada día, mi relación con Dios. Él fue mi único refugio en este tiempo, fue el único que me mantuvo cuerda en medio de tanta oscuridad. Me aferré más que nunca a su presencia, en los días que sentía que ya no podía más, corría a Él, me encerraba en mi dormitorio y solo lloraba delante de Él; derramaba todo mi corazón y mis lágrimas en su presencia. A veces, le clamaba; otras, le reclamaba, le pedía que me quitara el dolor; otras, simplemente lloraba sin decir palabra alguna y le pedía que me abrazara y me consolará.
Mi esposo me pidió perdón por todo lo que yo me había enterado y me pidió que restauráramos el matrimonio; él buscó ayuda para su adicción sexual en Libres en Cristo, buscó un grupo de parejas donde nos pudieran ayudar y empezamos una restauración matrimonial. Yo en ese tiempo busqué de forma desesperada un curso, un taller o alguien que me ayudara y no encontré nada. Lo que hice entonces fue buscar libros del tema, leía mi Biblia todos los días buscando pasajes que me hablaran de cómo calmar mi corazón y me aferré muchísimo a Dios, oraba y clamaba todos los días.
Dios trabajó mucho en mí, transformó muchas cosas en mi mente y en mi corazón. Luego de 3 años me enteré del curso Sanando un Corazón Roto y decidí inscribirme. En este lugar Dios terminó de sanar mi corazón respecto a la infidelidad, muchos velos fueron quitados y pude ver todo con mayor claridad, lo que había estado sucediendo en mí y en mi matrimonio. Me di cuenta de que yo no había sido la culpable de la infidelidad de mi esposo; sin embargo, entendí que yo había permitido muchas cosas en mi matrimonio por heridas de mi pasado y que necesitaba hacer cambios en mi vida para no seguir aceptando lo inaceptable.
Aprendí a poner límites en mi vida y en mis relaciones, aprendí a valorarme como mujer y sobre todo entendí que soy una hija amada de Dios y que mis necesidades y deseos también son importantes para Él.
En este tiempo de dolor Dios me dijo que lo que estaba viviendo no sería en vano y que mi historia y vivencia servirían para ayudar a otras mujeres que estaban atravesando una situación similar, a encontrar el camino de sanidad.
Tres años después nuevamente empecé a notar actitudes en mi esposo hacia mí que ya las había visto antes de la infidelidad; todo parecía indicar que el cambio en él solo había sido momentáneo y superficial. Esta vez actué de manera diferente, no me quedé callada, lo confronté a tiempo, busqué ayuda, consejo. Esta vez no lo pasaría sola, tenía un grupo de apoyo que me sostuvo en todo lo que vino.
Él lo negó todo; yo le pedí a Dios que sacará a luz lo que estaba escondido, que revelará qué estaba pasando. Fue entonces cuando salió a luz ciertas actitudes que me indicaban que nuevamente había relaciones secretas y mentiras, me tocó hacer respetar mis límites y sus consecuencias. Tenía claro que no podía permitir nuevamente que el pecado de alguien más lastimar mi vida y la de mis hijos, así que puse un alto en la relación. Esta vez mi esposo no estuvo dispuesto a confesar su pecado, ni a buscar ayuda.
Entonces en oración entendí que no podía seguir viviendo en este círculo de mentiras, engaños y que era tiempo de una separación. Le pedí a mi esposo que se fuera de casa, no fue nada fácil, viví momentos muy dolorosos y tristes en todo este proceso. Pero Dios caminó conmigo paso a paso y nunca me soltó.
Hoy después de todo lo que he pasado puedo decir que Dios me ha transformado. Él me restauró, Él me sanó, Él me dio una nueva vida. Dios en su bondad y misericordia transformó en bien todo lo malo que había vivido y lo ha usado para dar a conocer su poder.
Mi deseo más profundo es dar esperanza a toda mujer que está viviendo el dolor de la infidelidad. Yo pude superarla, pude levantarme, pude sanar, pero no por mis fuerzas o mi capacidad, sino porque me aferré a Dios, humillé mi corazón delante de Él y dejé que me guiará paso a paso.
Hoy con convicción te digo: “sí se puede sanar, sí se puede volver a amar, sí se puede superar una infidelidad, sí se puede perdonar; se puede volver a confiar y encontrar un nuevo camino de la mano de Dios”.
Tu sanidad no depende de lo que haga o deje de hacer tu esposo, tu sanidad depende del poder de Dios sobre tu vida, tu sanidad depende de cuánto le permitas a Dios hacer en ti y cuan humilde seas ante su voluntad para tu vida.
Deseo de todo corazón que encuentres la sanidad que tanto anhelas...
Dios te bendiga.
